De esta forma se reconocía al Dr. Finlay, como Benefactor de la Humanidad, por haber establecido en 1865 que el transmisor de la fiebre amarilla era el mosquito Aedes aegypti, en su trabajo titulado “Memorias sobre la etiología de la fiebre amarilla”.
En septiembre de 1941, la Universidad Nacional de Buenos Aires, por iniciativa del Decano Prof. Dr. Nicanor Palacios Costa, por Resolución del Honorable Consejo Directivo, oficializó el día de San Lucas como Día del Médico.
Entre el 3 y el 10 de diciembre de 1946, se realizó en La Habana (Cuba), el 1° Congreso Médico Social Panamericano, y firmaron el Acta Fundacional de la Confederación Médica Panamericana los delegados de los Gremios Médicos de los siguientes países: Argentina, Colombia, Costa Rica, Cuba, Chile, Ecuador, El Salvador, Estados Unidos, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Uruguay, Venezuela y Puerto Rico.
En esta primera reunión continental se establecieron los principios para organizar los servicios de salud y la seguridad social, y que el 3 de diciembre sería el Día de la Medicina Panamericana y el Día del Médico, según lo acordado en 1933.
Se aceptó por unanimidad la designación del “Día de la Medicina Panamericana”, pero con respecto a la segunda, referente al “Día del Médico”, se brindó libertad de acción a cada Nación Confederada.
En conocimiento de la propuesta de la Confederación Médica Panamericana, en 1948, el Dr. Ramón Carrillo, a cargo de la Secretaría de Salud Pública de la Nación, se abocó a darle la respuesta más adecuada.
Pidió asesoramiento a la Sociedad Argentina de Historia de la Medicina, filial de la Asociación Médica Argentina, presidida por el Dr. Ramón Pardal; a las autoridades universitarias; al Colegio Médico y otras instituciones de la Capital Federal.
El consejo fue declarar oficialmente como Día del Médico el 10 de Diciembre, fecha en que “se inauguró en 1577, el primer hospital argentino, en la ciudad de Córdoba, llamado Hospital de Santa Eulalia”.
El 3 de noviembre de 1955, el Colegio Médico de la Provincia de Córdoba, presidido por el Prof. Dr. Remo Bergoglio, solicitó a la Confederación Médica Argentina y por su intermedio al Gobierno de la Nación, festejar como Día del Médico el 3 de diciembre de cada año.
La Mesa Directiva de la Confederación Médica Argentina, bajo la Presidencia del Dr. Walter Saborido, la aprobó por unanimidad y continuó las gestiones iniciadas ante el Gobierno Nacional y tras múltiples diligencias, pudo obtener el Decreto Nacional N° 11869, dictado el 3 de julio de 1956, por el cual se instituye en todo el país el día 3 de Diciembre como Día del Médico.
Breves antecedentes históricos:
La Fiebre Amarilla habría existido en las Américas, particularmente en los alrededores de Darién (Panamá) y Veracruz (México), desde la época de los aztecas.
Se había propagado en el Caribe, posiblemente transmitida por los aguerridos caribes o por otros navegantes, e invadió la isla de Santo Domingo poco después de su descubrimiento por los españoles.
Cuba se mantuvo exenta de la enfermedad hasta 1649, pero ese año la fiebre amarilIa se difundió por toda la isla y causó la muerte de un tercio de la población, manteniendo su presencia en forma intermitente hasta 1653, año en que desapareció, presuntamente debido a que ya no había nadie que no hubiese quedado inmunizado por un episodio de la enfermedad.
Durante un siglo, aproximadamente, Cuba permaneció libre de fiebre amarilla. Sin embargo, en 1761 se produjo otro brote y esta vez la enfermedad se arraigó en la isla, probablemente debido a que Cuba se estaba convirtiendo en un puerto importante por el que pasaba una corriente incesante de inmigrantes y transeúntes no inmunes.
Carlos Juan Finlay:
Nació en Puerto Príncipe (actualmente Camagüey), Cuba, en 1833.
Su padre, Edward Finlay, fue un médico escocés que salió de Inglaterra a principios de la década de 1820, cuando todavía era estudiante de medicina, para unirse a una fuerza expedicionaria británica que estaba luchando junto a Simón Bolívar por la liberación de Venezuela.
Cuba era una colonia española, fue la “isla fiel” y el último bastión de España en las Américas hasta la guerra de 1898 entre España y los Estados Unidos de América.
En 1844, cuando tenía 11 años, lo enviaron a una escuela francesa de Le Havre. Dos años después, sufrió un ataque de ¨Corea¨ que lo dejó con un problema permanente de lentitud y confusión del habla, situación que lo lo obligó a volver a Cuba para recuperarse. En 1848 regresó a Europa, pasó un tiempo en Inglaterra y Alemania, donde comenzó los estudios universitarios en Rouen, Francia.
Allí estudió hasta 1851, pero ese año un episodio de fiebre tifoidea lo obligó una vez más a regresar a su hogar sin un título universitario. Según las leyes españolas, para estudiar medicina se necesitaba un título de licenciado en letras, de manera que Finlay no permaneció mucho tiempo en Cuba, sino que fue a estudiar medicina a los Estados Unidos,
Carlos Finlay ingresó en el Jefferson Medical College, de Filadelfia, donde estudió con el profesor John Kearsly Mitchell, uno de los primeros que sostuvo sistemáticamente la teoría de la función de los gérmenes en las enfermedades, y su hijo, el Dr. S. Weir Mitchell. Se graduó en esa institución en 1855.
En 1860 y 1861, trabajó en centros médicos de París mientras se especializaba en oftalmología.
En octubre de 1865, se casó con Adela Shine, una nativa de la Isla de Trinidad. Tuvieron tres hijos: Charles, George y Frank.
La Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, había rechazado su solicitud de ingreso, pero con el correr del tiempo sus colegas se dieron cuenta de sus dotes y cuando se produjo una vacante en 1872, Finlay fue propuesto como Miembro de Número de la Academia. Su candidatura fue aprobada por unanimidad. Presentó ante este foro una monograffa tras otra, (un promedio de seis al año entre 1873 y 1887) sobre más de 30 temas.
El 14 de agosto de 1881, presentó a la Real Academia de Ciencias lo que se convertiría en su trabajo más famoso: ¨El mosquito, hipotéticamente considerado como agente de transmisión de la fiebre amarilla”.
Dijo Finlay “… llegué a la conclusión, de que la transmisión se efectuaba por medio de un insecto que chupa la sangre siendo característico de los países donde existía la fiebre amarilla …
Al buscar un insecto con esas características encontré el mosquito diurno de La Habana (mosquito Culex Desv., Stegorrzyk fasnata Theo (conocido actualmente como A. aegypti) , y observé que presentaba ciertas peculiaridades en el desove y en la prontitud con que volvía a picar apenas había terminado de digerir la sangre que había ingerido previamente¨.
Explicó la relación entre los hábitos del mosquito sospechoso y la transmisión de la fiebre amarilla y de describir los resultados de los casos estudiados.
La respuesta a sus afirmaciones fue clara y directa, pero negativa. Simplemente hicieron caso omiso de su declaración. Muy pocos participantes se mostraron interesados, nadie hizo preguntas.
El modelo propuesto fue difícil de replicar, hasta que se descubrió que la transmisión de la fiebre amarilla es un proceso complicado y difícil, porque el virus puede pasar de una persona infectada al mosquito solo durante los tres primeros días de la enfermedad y el mosquito puede transmitir el virus solo después de haber estado infectado durante 12 días.
En Cuba en 1895, el descontento con el régimen colonial había desencadenado levantamientos en la isla.
A medida que la lucha se intensificaba, era evidente que los Estados Unidos simpatizaban con los rebeldes. Las relaciones entre este país y España se deterioraron y la explosión del acorazado estadounidense Maine, que estalIó el 15 de febrero de 1898 en el puerto de La Habana, precipitó la breve Guerra de Cuba y la ocupación de la isla por fuerzas estadounidenses.
Desde 1881 hasta 1901, cuando se confirmó su teoría, escribió y publicó más de 40 monografías sobre la fiebre amarilla. Un tercio de ellas, trataban de la transmisión por medio de los mosquitos.
Una comisión norteamericana, encabezada por Walter Reed, llegó a La Habana el 25 de junio de 1900 para continuar el trabajo sobre la fiebre amarilla. Esta comisión decidió examinar más a fondo la idea de Finlay.
Fueron a verlo, y él contestó todas sus preguntas, les dio copias de los artículos que había publicado, así como huevos de los mosquitos que usaba en sus investigaciones. La comisión incubó los huevos, crió los mosquitos y los usó para continuar el estudio. En agosto de 1900 comenzaron los experimentos con voluntarios humanos, entre ellos los propios miembros de la comisión.
Ni siquiera los resultados concluyentes convencieron a los círculos médicos de que Finlay había estado en lo cierto, pero sí, convenció al Gobernador militar de Cuba, General Leonard Wood, quien era miembro del cuerpo médico del ejército.
Wood inmediatamente encomendó a William Gorgas, del cuerpo médico del 3 ejército de los Estados Unidos, una nueva campaña con cuatro objetivos principales: mantener a la gente no inmune alejada de La Habana, poner en cuarentena sin demora a los enfermos de fiebre amarilla y aislarlos de los mosquitos, eliminar todos los mosquitos adultos que estuviesen cerca de los enfermos de fiebre amarilla y eliminar las larvas de Stegmryti (A. Aegypti) en toda la ciudad.
Estas medidas eran muy similares a las que Carlos Finlay había recomendado en 1898.
En 1900 en la Habana, antes de que se iniciara la campaña, se produjeron como mínimo 300 defunciones por fiebre amarilla. En 1901 se notificaron solo 18 defunciones y para fines de septiembre de ese año la fiebre amarilla había desaparecido en sólo siete meses.
Finlay llegó a ser titular de la Oficina de Salud de Cuba de 1902 a 1909. A su iniciativa se creó una Comisión Cubana de la Fiebre Amarilla que, siguiendo las indicaciones del médico cubano, combatió al mosquito y aisló a los enfermos.
Este descubrimiento ayudó a William C. Gorgas a reducir la incidencia y prevalencia de la enfermedad transmitida por el mosquito en Panamá durante la campaña americana de la construcción del Canal de dicho nombre.
Antes de esto, cerca del 10% de la fuerza de trabajo moría cada año de la malaria y la fiebre amarilla
Finalmente, 20 años después que Carlos Finlay describió su teoría, sus deducciones asestaron un golpe mortal a la enfermedad.