Un patógeno poco conocido llamado virus Oropouche está moviéndose en América del Sur, alarmando a científicos y expertos en salud pública.
La fiebre de Oropouche (OROV – CIE-10 A93.0) es una zoonosis producida por el virus Oropouche, un virus ARN del género Orthobunyavirus perteneciente a la familia Peribunyaviridae.
Brasil ha notificado 5.530 casos en lo que va del año, en comparación con 836 notificado en todo 2023.
Bolivia, Colombia y Perú también han experimentado aumentos este año.
En Bolivia, hasta la SE 18 2024, se reportaron 313 casos confirmados en 16 municipios en tres departamentos. El 66% (n=235) de los casos ocurrieron en La Paz.
Aunque el virus ha sido tradicionalmente endémico en la cuenca del Amazonas, ahora está enfermando a personas alejadas de la selva tropical.
En Mayo, Cuba informó sus primeros casos.
El aumento ha preocupado a los científicos porque este virus, transmitido principalmente por mosquitos Culicoides paraensis ( jején hematófago) puede ser el próximo en causar un gran brote en América Latina.
Área que luchó contra importantes epidemias de Zika y Chikungunya en la última década y ahora, se encuentra en medio de una de las peores epidemias de dengue de la historia.
Diagnóstico clínico
La mayoría de los casos de fiebre de Oropouche son leves.
Con un periodo de incubación de 5 a 7 días los pacientes experimentan fiebre alta, cefalea con fotofobia, mialgias, artralgias y, en algunos casos, exantemas.
En ciertos pacientes, los síntomas pueden incluir vómitos y hemorragias, manifestándose en forma de petequias, epistaxis y sangrado gingival.
Generalmente, la infección se resuelve en un lapso de 2 a 3 semanas.
En situaciones excepcionales, el OROV puede provocar meningitis o encefalitis. En estos casos, los pacientes muestran síntomas y signos neurológicos como vértigo, letargia, nistagmos y rigidez de nuca.
Durante el período virémico, las personas afectadas pueden ser fuente del virus para Culicoides paraensis durante tres o cuatro días.
Diagnóstico etiológico
Durante la fase aguda de la enfermedad, que dura habitualmente entre 2 y 7 días, es posible detectar el material genético del virus (ARN) por métodos moleculares (RT-PCR) en muestras y líquido cefalorraquídeo (LCR).
Respecto a los métodos serológicos, los anticuerpos contra OROV en general pueden ser detectados en suero a partir del quinto día después del inicio de los síntomas, pero la disponibilidad de reactivos para los métodos serológicos es extremadamente limitada.
Una epidemia leve podría abrumar los sistemas de salud del continente.
“Lo que más nos preocupa es la expansión de una enfermedad que prácticamente estaba restringida a la Amazonia, que tiene una densidad poblacional muy baja, a zonas con mayor densidad poblacional”, dice Marcus Lacerda, investigador de enfermedades infecciosas de la Fundación Oswaldo Cruz ( Fiocruz).
Gracias a su amplia distribución geográfica puede sobrevivir y reproducirse en regiones semiurbanas que se encuentran cercanas a las áreas con una alta densidad humana. Su presencia es abundante en los meses cálidos y lluviosos.
Por lo tanto, los huevos se ponen en lugares húmedos (barro, excremento, estiércol mezclado con tierra, entre otros) y eclosionan hasta su estadio larvario en 3 a 10 días, sin embargo se deben realizar mayores investigaciones al respecto.
Los sitios donde se reproducen facilitan la transmisión a los animales y humanos que vivan en las proximidades de estos lugares.
La cepa que provocó el brote se originó con un cambio genético hace una década, pero el virus Oropouche se identificó por primera vez en 1955 en la aldea de Oropouche, en Trinidad y Tobago.
La mayoría de los aproximadamente 30 brotes en América Latina desde entonces también han ocurrido en la cuenca del Amazonas.
En el bosque, el virus circula entre primates, perezosos y pájaros; no está claro qué insecto lo transmite allí.
En entornos urbanos, el mosquito Culicoides paraensis, del tamaño de una cabeza de alfiler, transmite la enfermedad entre humanos.
Los primeros casos del brote actual se detectaron en Roraima, un estado del norte de Brasil, a finales de 2022.
Desde entonces, la enfermedad ha surgido en la populosa costa este de Brasil, incluidos los estados de Río de Janeiro, Santa Catarina, Bahía, y Minas Gerais. Algunos pacientes habían viajado a la región amazónica, pero otros no, lo que significa que el virus ahora está circulando localmente.
La OPS en su última actualización informa que, en Brasil, desde la SE 1 a 18 de 2024, se detectó OROV en 4.583 muestras siendo la región de Amazonas la que presentó mayor cantidad de casos (n=2.910).
En tres estados no amazónicos se identificó la transmisión autóctona donde no se habían registrado anteriormente casos autóctonos (Bahía, Espírito Santo y Piauí).
Los síntomas de Oropouche se parecen a los del dengue, el Zika y varias otras enfermedades, y su infección sólo puede confirmarse mediante la reacción en cadena de la polimerasa o pruebas de anticuerpos.
Desde el 2000, el virus se ha aventurado cada vez más fuera de su región endémica.
La viróloga Socorro Azevedo del Instituto Evandro Chagas, un centro de investigación de enfermedades tropicales en la Amazonía brasileña, refiere:
«Lo que estamos viendo es la crónica de una tragedia anunciada».
La mayor circulación de personas en todo el continente, entre áreas boscosas y urbanas podría estar contribuyendo a su propagación.
Los científicos también ven un vínculo claro con la deforestación , que podría desplazar a los huéspedes animales del virus y hacer que los mosquitos se alimenten de personas en lugar de animales.
En Manaos, la capital del estado de Amazonas, los primeros casos del brote actual se detectaron cerca de áreas recientemente deforestadas.
Es probable que el cambio climático también haya influido. Las temperaturas más altas aceleran la maduración de los mosquitos, y el aumento de las precipitaciones y las inundaciones crean más agua estancada donde los insectos pueden reproducirse.
Brasil ahora está intensificando la vigilancia. En el pasado, sólo los laboratorios de la región amazónica realizaban pruebas para detectar la enfermedad, pero en enero del 2024, el país decidió analizar el 10% de las muestras de pacientes de todo el país cuyos síntomas coincidían con la fiebre de Oropouche pero daban negativo en Zika, Chikungunya y Dengue.
La Organización Panamericana de la Salud ha instado a otros estados miembros a intensificar también la vigilancia y ha organizado un taller para capacitar a investigadores y médicos de todo el continente sobre cómo diagnosticar la enfermedad y realizar análisis genómicos del virus.
El Ministerio de Salud de la República Argentina , en una circular de vigilancia epidemiológica, informó que actualmente las provincias que registran la presencia de los principales vectores, implicados en otros países, son de las regiones de NEA y NOA, y en las provincias de Córdoba y Mendoza.
Culicoides paraensises ,“un vector olvidado de una enfermedad olvidada”, afirma Joaquim Pinto Nunes Neto, entomólogo del Evandro Chagas. “A nadie le ha importado estudiar cómo controlarlo”.
Los diminutos mosquitos pasan fácilmente a través de la malla de los mosquiteros y los repelentes de insectos comunes pueden no funcionar, dice Nunes Neto.
Ayuda la eliminación de los desperdicios de comida y las hojas muertas que atraen a los insectos y drenar los depósitos de agua donde las hembras ponen sus huevos.
No está claro hasta qué punto podría propagarse la enfermedad. El C. paraensis se ha encontrado desde Estados Unidos hasta el norte de Argentina, pero no todos los lugares reúnen las condiciones adecuadas para su propagación.
Un modelo publicado en el 2023 por Romero-Álvarez que tuvo en cuenta el clima actual y la pérdida de vegetación sugirió que hasta 5 millones de personas en América están en riesgo .
Es probable que la cifra esté subestimada, ya que el modelo no predijo la expansión actual de la enfermedad a grandes ciudades como Río de Janeiro, además, no tuvo en cuenta la deforestación y el cambio climático futuros.
Tampoco tuvo en cuenta la posibilidad de que el mosquito doméstico común ( Culex quinquefasciatus ), y quizás otros insectos, puedan transmitir Oropouche, como sugieren algunos estudios.
A los científicos les preocupa que a medida que el virus se propague pueda sufrir cambios genéticos que lo hagan más peligroso.
Los genomas de la mayoría de los virus transmitidos por insectos constan de un solo segmento de ARN, pero el virus Oropouche tiene tres.
Cuando dos cepas diferentes infectan la misma célula pueden intercambiar segmentos lo que da como resultado una combinación de genes nueva y diferente.
Naveca, que lidera un grupo que rastrea las mutaciones de Oropouche, ha rastreado el brote actual hasta una variante que surgió en Brasil en el 2015 generada a partir de una recombinación entre linajes de virus de Perú y Colombia. No está claro si este intercambio hizo que el virus fuera más transmisible.
Con tantas preguntas que responder, es urgente que se amplíen las pruebas, que más investigadores estudien el virus Oropouche y rastreen los cambios en su genoma, dice Naveca: «Necesitamos… sacar este virus de las sombras«.