El 80% de los casos de desnutrición en sus formas más agudas se concentran en tan solo 20 países del mundo, concretamente en África subsahariana (países del Sahel y el Cuerno de África) y en algunas zonas del sur de Asia.
TIPOS DE DESNUTRICIÓN SEGÚN LA O.M.S.:
- DESNUTRICIÓN AGUDA: Trastorno de la nutrición que produce déficit en el peso sin afectar la talla (peso bajo, talla normal) .
- DESNUTRICIÓN CRÓNICA: Trastorno de la nutrición que se manifiesta por disminución del peso y la talla con relación a la edad.
- DESNUTRICIÓN LEVE: Trastorno de la nutrición que produce déficit en el peso entre menos 1 y menos 1.99 desviaciones estándar, de acuerdo con el indicador de peso para la edad.
CLASIFICACIÓN POR ALTERACIÓN EN PESO TEÓRICO IDEAL
- Desnutrición de 1er. Grado: 10-25% del peso ideal
- Desnutrición de 2do. Grado: 26-40% del peso ideal
- Desnutrición de 3er. Grado: >40% del peso ideal (marasmo,kwashiorkor)
Marasmo es un tipo de desnutrición por deficiencia energética, resultando en un déficit calórico total. El marasmo se presenta en el transcurso del primer año, y se produce cuando la madre deja de amamantar al niño a muy temprana edad. Otros tipos de malnutrición son el kwashiorkor y la caquexia
Kwashiorkor es una forma de desnutrición que ocurre cuando no hay suficiente proteína en la dieta.
Caquexia es un estado de extrema desnutrición, atrofia muscular, fatiga y debilidad. Es la más común en el mundo desarrollado.
Situación Humanitaria:
Antes de la pandemia, alrededor de 1.000 millones de niñas y niños en todo el mundo, (la mitad de ellos en los países en desarrollo), no contaban con acceso a la educación, la salud, la vivienda, la nutrición o el agua.
La llegada del COVID-19 agudizó su situación y amplió la desigualdad. Actualmente 100 millones de niños más se han sumido en la pobreza, un 10% más que los existentes en el 2019.
Se estima que, en el mejor de los casos, se necesitarán entre siete y ocho años para volver a los niveles anteriores.
Esta emergencia sanitaria está revirtiendo prácticamente todos los avances en favor de las infancias y adolescencias. Las cifras alarmantes, reflejan que 50 millones de niñas y niños sufren desnutrición aguda y dicha cantidad podría aumentar durante este año.
Como resultado de la pandemia 1.600 millones no pudieron asistir a la escuela y 160 millones se vieron forzados a trabajar.
Según la Organización Mundial de la Salud, en la actualidad, un tercio de la población mundial presenta malnutrición (estar malnutridos es tener desnutrición. sobrepeso u obesidad.) y se estima que para el año 2025, 1 de cada 2 niños se encuentre con alteración de su estado nutricional.
En Argentina, hallamos malnutrición en todas sus formas, con tasas crecientes de sobrepeso y obesidad infantil, así como, tasas persistentemente elevadas de desnutrición, especialmente retraso del crecimiento, consecuencia de una desnutrición crónica y carencia de micronutrientes esenciales.
Se advirtió que la desnutrición y la alteración del crecimiento lineal aumentan cuando la educación del jefe de hogar y de la madre en particular, no llega a completar al menos el nivel secundario.
Según el INDEC, los resultados del segundo semestre del 2021 correspondientes al total de aglomerados urbanos, registraron que el porcentaje de hogares por debajo de la línea de pobreza (LP) alcanzó el 27,9%; en ellos reside el 37,3% de las personas.
Dentro de este conjunto, se distingue un 6,1% de hogares por debajo de la línea de indigencia (LI), que incluyen al 8,2% de las personas.
En los 31 aglomerados urbanos de la EPH, se encuentran por debajo de la LP, 2.633.905 hogares, que incluyen a 10.806.414 personas, dentro de ese conjunto, 578.282 hogares se encuentran por debajo de la LI, lo que representa 2.384.106 personas indigentes.
Los sistemas alimentarios pueden ser parte de la solución, ya que involucran a toda la cadena, incluyendo a la producción, la transformación, la comercialización y el consumo, pero se requiere de una transformación profunda.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ha planteado cinco principios claves: 1) incrementar la productividad, el empleo y el valor agregado en los sistemas alimentarios, 2) proteger y potenciar los recursos naturales, 3) mejorar los medios de vida y fomentar el crecimiento económico inclusivo, 4) mejorar la resiliencia de las personas, las comunidades y los ecosistemas y 5) adaptar la gobernabilidad a los nuevos desafíos.
Los pequeños productores de alimentos son una parte importante de la solución al hambre en el mundo.
Es imprescindible empoderarlos para que participen plenamente en el desarrollo y así mejorar la seguridad alimentaria y reducir la pobreza y el hambre.
Los pequeños productores de alimentos necesitan capacitación para poder gestionar sus recursos naturales de forma sostenible, adaptarse al cambio climático y superar las barreras de acceso a los mercados, los servicios financieros y la información.
Sin encarar la desigualdad en materia de la seguridad alimentaria y la nutrición, no se podrá cumplir la promesa y el compromiso de no dejar a nadie atrás. Es necesario entender por qué la desnutrición, la carencia de micronutrientes, el sobrepeso y la obesidad tienen una incidencia diferenciada en los grupos de personas de menores ingresos, las mujeres, los indígenas, los afrodescendientes y las familias rurales.
En un contexto de lenta recuperación económica, la seguridad alimentaria y nutricional solo podrá alcanzarse si se fortalecen y amplían las políticas y los programas de protección social e inclusión productiva.
Estos deben facilitar que el desarrollo llegue a todos los sectores de la población, se reduzcan las brechas y se preste especial atención a los sectores sociales y territorios rezagados.