Este proceso tiene las siguientes etapas
Adquisición de la imagen. En primer lugar, se accede a las imágenes digitales adquiridas a través de las diferentes técnicas o modalidades (principalmente Radiografía, US, TC, RM y PET) y almacenadas en los archivos de imágenes de los hospitales (PACS, del acrónimo en inglés). En este punto es importante señalar que los diferentes fabricantes de los equipos utilizan distintos protocolos en la adquisición y reconstrucción de sus imágenes, por lo que las imágenes adquiridas varían y pueden obtenerse resultados radiómicos variables para un mismo paciente.
Procesamiento de la imagen. Es necesario realizar una normalización de las imágenes adquiridas, que permita eliminar las variaciones debidas al proceso de adquisición. Para ello se emplean herramientas de homogenización y armonización (como por ejemplo revisando el espaciado de píxeles, el tamaño del vóxel, las intensidades de gris, y eliminando el ruido).
Segmentación. Definir en la imagen lo que se va a estudiar, delimitando el área de interés (ROI, por sus siglas en inglés) si utilizamos únicamente una imagen (análisis 2D); o el volumen de interés (VOI, por sus siglas en inglés) o si utilizamos toda la serie (análisis 3D). Este proceso puede hacerse manualmente, de manera semiautomática con algoritmos computacionales de segmentación estándar, o automáticamente con algoritmos de aprendizaje profundo.
Extracción de características radiómicas. Se aplican diversos algoritmos y herramientas computacionales para extraer dichas características. Debido a que existen diferentes formulaciones matemáticas y metodologías para su cálculo, surgió la iniciativa de estandarizar los biomarcadores de imagen (en inglés, “IBSI, Image Biomarker Standardisation Initiative”), de cara a homogeneizar los criterios utilizados.
Selección, análisis de datos y generación de modelos. Una vez extraídas, las características radiómicas, es posible que algunas sean redundantes entre sí, por lo tanto, se deben seleccionar aquellas de mayor interés y descartar aquellas que aportan una información reiterativa.
Los parámetros y las características radiómicas seleccionadas se emplearán para generar modelos estadísticos descriptivos y/o predictivos de la relación con los eventos biológicos o patológicos que se consideren de interés para una situación clínica concreta.
Seguidamente, el flujo de trabajo debe someterse a pruebas de consistencia técnica y universalidad clínica. Así, las características extraídas deben validarse tanto a nivel técnico (teniendo en cuenta aspectos como la redundancia, precisión, estabilidad, reproducibilidad y exactitud) como clínico (como apoyo a la toma de decisiones).
Esta validación clínica final se puede llevar a cabo en tres pasos: en primer lugar, realizando una “prueba de concepto” en un número limitado pero muy controlado de pacientes que permita determinar la posibilidad de emplear el biomarcador de imagen con éxito.
A continuación, se realizan “pruebas de eficacia” con el objetivo de medir a una escala poblacional mayor y así obtener conclusiones estadísticamente significativas sobre la capacidad del biomarcador que permita predecir un evento clínico en condiciones óptimas.
Por último, se realizan “pruebas de efectividad”, en las que se evalúa la habilidad del biomarcador para precisar el objetivo clínico en la vida real y determinar su relevancia para la práctica clínica.
Como resultado de este proceso, se pueden obtener biomarcadores aislados y/o firmas nosológicas tisulares con potencial de ser empleados en la práctica con mayor precisión y personalización del manejo de los pacientes y del diseño del abordaje terapéutico más adecuado.
La radiómica ofrece la oportunidad de obtener una mayor cantidad de información a partir de las imágenes médicas. Si bien, en la actualidad las mismas son analizadas subjetivamente en la práctica clínica por los facultativos, los estudios radiómicos se desarrollan fundamentalmente en investigación.
De esta manera, la radiómica está empezando a ofrecer una información que hasta ahora permanecía oculta al facultativo, y su aplicación en investigaciones clínicas está contribuyendo a la comprensión de las enfermedades y a la identificación de marcadores subrogados.
A partir de la información derivada de estos estudios, es posible desarrollar aplicaciones para el diagnóstico y predicción de riesgo de eventos, de soporte en la toma de decisiones y en el seguimiento de tratamientos, o en la combinación de ambas con el desarrollo de los companion diagnostic.
Companion diagnostic o diagnóstico complementario, hace referencia a la capacidad de un biomarcador de proporcionar información adicional relevante y esencial para el uso seguro y eficaz de un tratamiento específico particular