Estaban todavía frescas las muy citadas disposiciones reales de 1541 y 1573 que ordenaba que “cuando se fundare o poblare alguna Ciudad, Villa o Lugar, se pongan los Hospitales para pobres enfermos de enfermedades que no sean contagiosas junto a las Iglesias y por claustro de ellas y para los enfermos de enfermedades contagiosas en lugares levantados y para que ningún viento dañoso, pasando por los hospitales, vaya a herir en las poblaciones.”
Las creaciones de hospitales en el Alto Perú fueron: en La Paz el primer hospital se fundó alrededor del 1550, pocos años después se estableció uno en el Potosí. En la década siguiente se fundaron los de Cuzco y Chuquisaca y en el 1582 el de Cochabamba.
Varios de estos hospitales se entregaron a hermanos de la orden de San Juan de Dios. La mayor parte de ellos se destinaban a la atención de españoles e indios, aunque en ciudades que tenían más de un hospital se reservaba alguno sólo para españoles
Cuando se decidía construir un hospital, se asignaban terrenos o inmuebles para que produjesen rentas para el mismo se les destinaba partes del diezmo y aún proveerles de esclavos para que colaborasen en las tareas de su construcción o funcionamiento.
Después de la expulsión de los jesuitas, las rentas que producían sus bienes, a las que se denominaba temporalidades, fueron frecuentemente asignadas a los hospitales.
Garay previó la necesidad de un hospital, por lo cual reservó una manzana —la Nº 141— para el “Hospital de San Martín”, de Tours. En 1605, siendo gobernador Henandarias de Saavedra, un documento menciona al “Hospital Militar San Martín”, “reservado casi exclusivamente para el tratamiento de los militares enfermos del presidio”.
Buenos Aires con sólo 1.000 habitantes en 1614, con 8.000 en 1700, con 40.000 en 1780, incluía, en toda su jurisdicción, desde el estrecho de Magallanes hasta Santa Fe y Corrientes, y por el poniente hasta la cordillera de los Andes. No sólo se empeñaron en tener su hospital, desde 1580, sino que llegaron a tener hasta tres hospitales a fines del siglo XVIII.
“Lo que más contribuyó a dar vitalidad y, sobre todo, continuidad a los hospitales rioplatenses fue la tropa que comenzó a ser más numerosa desde mediados del siglo XVIII, yendo en aumento sin cesar. Coincidió con este fenómeno otro muy benéfico: la presencia de los Padres Bethlemitas.”
En 1611, un año después de la llegada del nuevo gobernador, Diego Marín Negrón, a quien acompañaba un prestigioso facultativo (maese Juan Escalera), el “hospital”, después de un cambio de lugar, funcionó durante algunos años, abandonándose hacia 1640.
Se trataba de unas pocas edificaciones muy primitivas, con techos de adobe y paja y pisos de ladrillo, con unas pocas camas, para el cual el nombre de enfermería sería, tal vez, más descriptivo.
En 1664, después de veinte años de su clausura, el gobernador Martínez de Salazar solicitó a su Majestad, la autorización para recuperarlo. El Consejo de Indias solicitó informes del Gobernador, el Obispo y el Cabildo.Todos acordaron en la necesidad de hacerlo, pero la respuesta del Obispo ilustra sobre la situación de la ciudad en esos años:
“en la dilatada monarquía de V.M. no hay vasallos tan pobres ni que tengan menos de qué valerse como los de esta ciudad de Buenos Aires, pues su único modo de sustentarse es vender cueros de toros, carnes y comida a los navíos, que es la salida que estos géneros tienen, y no habiendo navíos, no tienen casa, ni consumo, ni con qué comprar sus vestidos venidos por Potosí y los mercaderes venden a plata, y no a géneros como los navíos que lo reciben todo, y siendo pocos los navíos visten con escases y no siendo ninguno reducen la necesidad a desesperación.”
Era necesario traer de […] “más de cuatrocientas leguas médicos y medicinas…ya que no hay en estas tierras “quién haga un jarabe, ni una purga, ni de qué (hacerlos)…¨ La gestión no tuvo éxito.
Fue al siguiente gobernador, José de Herrera y Sotomayor (1682-1691) al que le correspondió pedir a S. M. autorización para destinar la renta del hospital a remunerar ¨dos curas doctrineros¨ para Santo Domingo Soriano o Santiago del Baradero.
El Consejo de Indias lo autorizó a hacerlo, si lo creía conveniente, pero no se decidió nada definitivo hasta que en 1692, el Cabildo resolvió que la casa del hospital se destinara para refugio de doncellas pobres y huérfanas, “hasta tanto que informado S. M. resuelva lo que fuere de su mayor agrado”.
Felipe V desautorizó el cambio de destino, que en ese momento ya se había realizado.La desautorización llegó junto con el nuevo gobernador, Juan Alonso de Valdez Inclán (1702-1708), que traía una tropa de 400 hombres para duplicar la dotación del presidio.
El nuevo Gobernador expresó:
“…..por lo inexcusable que era en todo tiempo el hospital en la ciudad y mucho más en el presente por el muy crecido número de soldados de la guarnición que se hallaban enfermos, por haber llegado del viaje con estas enfermedades, como por haber otros con la novedad de la llegada y temperamento, haber adquirido dolencias que por no haber hospital se ha visto precisado a repartirlos en la casa de los vecinos, y concurriendo con esto que el médico y cirujano no pueden asistir a los enfermos con la prontitud que se debe, por la gran distancia que hay de dichas casas a otras” añadiendo que esos inconvenientes se agravarían con la llegada de la estación de lluvias (era el 14 de agosto), por lo que ordenaba que se desocupara de inmediato para que al día siguiente pudiesen trasladarse los enfermos.”
“Puede considerarse, pues, al Gobernador Valdez Inclán como el fundador del¨ Hospital San Martín¨ en su segunda época, quien logró habilitarlo cortando el nudo gordiano de las trabas administrativas con que se había paralizado hasta entonces la obra, y dándole los estatutos de su definitiva organización.”
El hospital siguió funcionando bajo el gobierno de Bruno de Zavala (1717-1734), quien aceptó la propuesta del Cabildo de ponerlo a cargo de los padres bethlemitas. A partir de la llegada de los mismos, en 1748, se lo conoció en Buenos Aires como el hospital de los Bethlemitas o de Santa Catalina.
En 1743, Juan Alonso González), habilitó una sala con doce camas para enfermas del sexo femenino, obra que continuó su hijo, José González Islas y que fue el origen del ¨Hospital de Mujeres¨
En Córdoba y en San Juan los hospitales contaron con un edificio construido especialmente para ese fin.
En la primera ciudad, cuenta Furlong, fue monseñor Diego de Salguero y Cabrera quien donó para ello 100.000 pesos, con lo cual se pudo “costear el magno edificio (del ¨Hospital San Roque¨) pero no pudo fundarlo, esto es, rentar ese hospital, y la administración del mismo se vio precisado a vivir de las limosnas del pueblo.”
En 1827 se construyó en el ¨H. San Roque la Sala de los Nichos¨, espacio de 35 metros de largo por 7 de ancho en cuyos lados había una serie de arcos que comunicaban con celdas ahuecadas, en total 24, y en cada una un pequeño reducto de 75 centímetros de profundidad y 1 metro de altura para un retrete individual.
Los portugueses, que se ocuparon activamente de los servicios médicos en su colonia austral, como cuenta Schiaffino, levantaron un hospital en Colonia del Sacramento en 1732; en Montevideo, en cambio, la fundación de un hospital para la población recién se produjo en 1743, si se puede dar ese nombre a la habitación del Convento de San Francisco que los frailes dedicaron a albergue de enfermos.