Fue llevado a Francia cuando era niño , más tarde estudió en Reims y en París, como lo legitima un certificado del Dr. Cl. Petit en 1766.
Costeado por el Real Erario, viajó a Madrid, donde revalidó su título. Formó parte de una Comisión que el monarca español envió a Inglaterra para informarse sobre la ¨variolización¨, donde pasó cerca de ocho meses al lado de Pringles y de Murphy.
Participó como Primer Médico en la Expedición a Argelia
Al organizarse la Expedición a la América Meridional, los preparativos se hicieron en Cádiz bajo la dirección de O’Reilly, quien se puso bajo el mando de Cevallos. Gorman aceptó ser el Primer Médico o Médico Mayor, a cargo de una nutrida dotación sanitaria que se embarcó en dos de los transportes.
El Médico Segundo era Jaime Menós de Llena y el Cirujano Mayor, Francisco Puig. Durante la travesía se suscitaron incidentes que el mismo informó en una carta, producto de ellos, se generó la enemistad entre Gorman y Puig, intervino Cevallos inclinándose por este último.
Llegada la expedición a Santa Catalina, Cevallos ordenó a Gorman y a Menós que regresasen a España, a lo cual ambos se negaron. Cevallos inició su campaña en la Banda Oriental y recién desembarcó en Buenos Aires en octubre de 1777.
El Contador Intendente de la expedición, Manuel Ignacio Fernández, apoyaba a Gorman y lo vinculó con Vértiz.
Estas circunstancias, explican la designación de Puig como Protomédico substituto que hizo Cevallos, así como el nombramiento de Gorman cuando Vértiz se hizo cargo del Virreinato.
En julio de ese año, desde Montevideo, Gorman había escrito a Juan Gómez, médico de la Cámara del Rey:
“Todos visitan y visitan como Médicos y ninguno tiene práctica, estudio, examen, ni aprobación y por lo mismo comprendo muy preciso que en Buenos Aires como Capital del Nuevo Virreynato se estableciese el Tribunal de Protomedicato en los mismos términos que lo hay en Lima”…
Gracias al espionaje que el monarca solicitó a Loreto sobre las actividades de Gorman, se sabe que sus cartas no parecían sospechosas, ni tampoco sus creencias religiosas.
” No debieron haber sido tiempos fáciles para Gorman estos del Virrey Loreto, en los cuales vio demoradas muchas de sus iniciativas, se lo espiaba y hasta le rebajaron el sueldo. Recordemos que si en todo el virreinato la población era de 186.000 habitantes; en la ciudad de Buenos Aires apenas superaba los 24.000, de los cuales algo menos de 16.000 eran “blancos”, poco más de 7.000 negros y mulatos y alrededor de 1.000 naturales y mestizos.
En los años de la creación del Protomedicato existían pocos hospitales en el virreinato:
La ciudad de Buenos Aires contaba con el Hospital de los Bethlemitas (o de Santa Catalina) y con un Hospital de Mujeres; la de Córdoba había obtenido en 1766 la aprobación real para la fundación de un gran hospital que reemplazase a los dos anteriores en instalaciones que estaban por terminarse; en Santiago del Estero habría existido un hospital antes de 1726, que estaba en estado de abandono en 1728 y que en 1736 carecía de un médico de profesión. Santa Fe tuvo desde muy temprano un hospital, aunque en 1594 su edificio estaba en ruinas.
Desde 1763 funcionó un hospital bethlemítico en Mendoza.
De los facultativos en esa época sólo en Buenos Aires, la de mayor población, había 9 médicos, 2 cirujanos, 6 sangradores, 5 boticarios y 48 barberos.
En la Banda Oriental la población civil era poco numerosa, pero las tropas eran muy abundantes. En Montevideo había cuatro cirujanos, uno de ellos sin título, así como dos boticarios y doce sangradores y en Colonia y Maldonado, un cirujano en cada una de ellas.
Córdoba y Mendoza seguían a Buenos Aires, con poblaciones algo menores a los 8.000 habitantes. En la primera, la Compañía de Jesús contó con algunos jesuitas médicos y cuando éstos fueron expulsados, el Cabildo solicitó un médico al Gobernador Bucareli, quien envió al Dr. José Coll.
El Virrey Vértiz fue explícito, desde el comienzo, sobre la necesidad de ordenar la atención de la salud en todo el territorio del virreinato y para cumplir con esta competencia territorial remitió en 1780 una circular a todas las ciudades, comunicando la creación del Protomedicato (otra vez sustituto, ya que no se contaba todavía con la aprobación real).
Gorman solicitó al Virrey la designación de los restantes conjueces del Tribunal del Protomedicato (el médico Francisco Argerich, el cirujano José Alberto Capdevilla y el doctor Benito González Rivadavia, padre del primer Presidente de los argentinos).
Propuso la designación, previo examen de sus antecedentes, de los tenientes Protomédicos que debían cumplir sus funciones en las ciudades del interior, en algunas de las cuales se encontraron con funcionarios anteriores, designados desde Lima.
Los Protomédico como sus Tenientes se encargaron de la tarea, no siempre grata, de revisar los títulos y tomar examen a los facultativos, tanto de la ciudad como de los pueblos de la campaña, a los cuales se concedían plazos prudenciales para organizar sus viajes y para que refrescasen la memoria de sus estudios.
En 1781 dos acontecimientos cambiaron la rutina del trabajo del Protomédico.
El Virrey recibió en Buenos Aires la noticia de que los ingleses preparaban una flota para invadir las costas del Río de la Plata, y al mismo tiempo, que desde el Alto Perú llegaban avisos sobre el levantamiento de Tupac Amaru.
Dispuesta la defensa en Buenos Aires, se enviaron tropas al Norte (a las que acompañaron F. Argerich y Capdevilla, como cirujanos) y el Virrey decidió trasladarse a Montevideo, acompañado por Gorman y por Ramón Gómez, quien, con Capdevilla y Argerich, actuaba como examinadores del Tribunal.
El Hospital de los Bethlemitas se destacó por la generosidad con que atendió a los heridos, fuera cual fuese el bando a la que pertenecían.
Los primeros meses en Montevideo fueron dedicados por Gorman a la construcción de hospitales para la tropa, pero después, por más de un año, se dedicó a la inspección de los títulos profesionales y la situación de las boticas. Propuso la construcción de un Hospital General (para militares y civiles) e imposibilitado de conseguirlo, impulso el traslado y ampliación del Hospital Militar existente y apoyó la creación del Hospital civil, promovido por Mateo Vidal primero y más tarde por Francisco Antonio Maciel, el cual comenzó a funcionar, con aprobación de Gorman, en 1788.
En 1790, cuando el Cabildo de Santa Fe se hizo eco de la preocupación de los vecinos, por la aparición (o el aumento) de enfermos sospechados de padecer lepra (14 sospechosos y seis defunciones), trasladó su reclamo al Virrey.
Su respuesta fue que “después de oir el dictamen del Protomédico (Gorman), ha resuelto el Cabildo santafesino llame a esa ciudad al cirujano doctor Manuel Rodríguez”, a quien el virrey Arredondo nombró cirujano de la Compañía de Blandengues, con el salario correspondiente, para que se haga cargo de los pacientes y forme un hospital en un paraje bien ventilado.