La medicina por su naturaleza mágica y sacra inicial, puesto que a las enfermedades se les atribuía a un origen sobrenatural (prueba o castigo), otorgaba a quien la ejercía de un status social al que difícilmente podía aspirar quien se dedicaba a algo tan manual como la cirugía [del griego keiros (manos) y ergos (trabajo).
El ritual para invocar el favor divino siempre aparentaba ser más digno que el prosaico cuchillo que saja (corta).
La desventaja era obvia: profesión sagrada contra oficio terrenal.
La brecha entre ambas actividades se redujo cuando la salud se atribuye al equilibrio de los humores corporales (sangre, flema, cólera y atrabilis).
Con los griegos , los inventores de esta teoría, las explicaciones sagradas bajaron al mundo físico y la medicina se transformó en un conjunto de prácticas realizadas conforme a la razón y a las leyes de la naturaleza, desechando la magia y el empirismo.
La enfermedad es la pérdida de la armonía humoral y la función principal del médico era, en consecuencia, restaurar el equilibrio innato.
En los escritos de Hipócrates (460-370 a.C.), “el padre de la medicina”, y de Galeno (129-216), cuya doctrina perduró hasta el siglo XVIII, aparecen juntas medicina y cirugía. A esta se la consideraba como una hermana menor de la primera, pues ambos sabios la consideraban la expresión de un fracaso médico, o peor, el remedio fácil de los malos médicos. Este pensamiento dejó secuelas históricas, pues a raíz de esta contundente sentencia, los médicos le dedicaron poca atención a la cirugía.
Esta separación entre médicos y cirujanos se hizo patente en la sociedad romana, en la cual se instauraron dos ejercicios profesionales, el clínico (medici clinici) y el quirúrgico (medici chirurgici) respectivamente.
En el Imperio Bizantino, en la ciudad de Alejandría, estudió y ejerció Pablo de Egina (625-690), fue una figura clave dentro de la cirugía pues escribió una obra en siete volúmenes, Hypomnema o Memorándum, cuyo sexto libro estaba dedicado a la cirugía de las partes blandas y de los huesos (luxaciones y fracturas). Después de esta importante figura del siglo VII vino el silencio pues, en general, los médicos del Medievo ignoraron prácticamente todo sobre el arte quirúrgico.
La dualidad médico-quirúrgica se mantuvo en el mundo greco-latino y los pocos que se atrevían a practicar la cirugía no tenían formación teórica sobre la que basar sus rudimentarios procedimientos, cimentados únicamente en un peligroso ensayo error, soporte exclusivo de su empirismo terapéutico.
Las escasas operaciones estaban en manos de sanadores, charlatanes, busca panes, aprovechados o barberos, en el mejor de los casos, que realizaban técnicas sencillas como sangrías, extracción de muelas y algo más. Hasta que llegó Al-Andalus (711-1492), el Islam en Hispania, y con él, Abulcasis.
Necesidad del estudio de la anatomía para ser un “médico cirujano .
Abulcasis insistió una y otra vez que para poder practicar la cirugía con seguridad y éxito, el médico tiene que dominar tanto la teoría médica como la anatomía:
«La causa por la que no podemos encontrar hoy un hábil operador, es que el arte médico lleva tiempo y quien quiera ejercitarlo debe primero estudiar anatomía, como Galeno la describió. Conociendo el papel de los órganos, sus formas, sus complexiones, sus relaciones y sus divisiones; conocer los huesos, los tendones y los músculos, su número y su trayecto; las venas y las arterias, también las regiones que recorren. […]
Si se ignora el conocimiento anatómico necesariamente caeremos en el error y el enfermo morirá.
El Tasrif supone el comienzo de una nueva época médica caracterizada por una forma distinta de entender la cirugía, más reglada y con base en los conocimientos anatómicos. De este modo marca el inicio de una relación indisoluble entre anatomistas y cirujanos que continuó en Europa ininterrumpidamente hasta nuestros días.
En el mundo árabe el núcleo primero de instrucción era la mezquita, alrededor de la cual se fueron desarrollando más adelante las escuelas coránicas, y luego, la madraza. Acabado los estudios primarios, la medicina se podía aprender de diversos modos:
- en el hospital o bimaristan, si los hubiere, donde se hacían las prácticas;
- en escuelas médicas privadas u oficiales, por lo común situadas en la madraza;
- por tutoría personal, en la consulta de un médico reconocido y con experiencia, modelo probablemente en el que se movía la actividad docente de Abulcasis, aunque sin descartar que tuviera una escuela propia en Córdoba.
Después de un tiempo variable, el discípulo obtenía un permiso o aval (la iyaza), en el cual el preceptor certificaba que el alumno estaba ya suficientemente capacitado para ejercer la medicina por su cuenta, previa realización del juramento ético profesional.
La cirugía también debe cumplir el código ético hipocrático.
La ética médica se inició en Grecia hace veinticinco siglos pero hasta casi el siglo XX se fundamentó exclusivamente en no hacer daño al paciente (principio de no-maleficencia), y procurar siempre su bien (principio de beneficencia), sin participación ninguna del enfermo sobre el curso de acción a seguir (principio de autonomía), ni consideración de la equidad social (principio de justicia).
Se formaliza en un código único de mandatos y obligaciones que debía ser cumplido por todas las personas, sin discusión.
La norma era el Juramento Hipocrático, santo y seña de la ética del médico durante siglos, como fiel reflejo de la sociedad patriarcal en la que se escribió (paternalismo médico).
Abulcasis aplica las mismas pautas éticas “superiores” de la medicina a la cirugía, para demostrar que estaba en el mismo horizonte de paridad científica y no de empirismo.
Aunque las indicaciones quirúrgicas de Abulcasis eran muy numerosas, también señala cuando la cirugía podía ocasionar más perjuicio que provecho, esto es, cuando no había que operar.
Y arguye no sólo razones técnicas como el riesgo quirúrgico desmesurado, imposibilidad de extracción o lesión irreversible, sino también la razón ética de ahorrar sufrimiento innecesario al enfermo: » Yo os recomendaré pues de no emprender curas dudosas….»
«En las enfermedades graves, donde el pronóstico es fatal, vosotros encontraréis gente que os ofrecerán su fortuna a cambio de una esperanza de salud, mientras que su enfermedad es mortal. Absteneros completamente de ceder a aquellos que vienen con tales condiciones».
Que la prudencia se sobreponga a la codicia, no haced nunca nada parecido o que después no estéis seguro de que resultará un bien».
Se trata de actuar siempre buscando el bien del paciente.
Abulcasis en multitud de ocasiones apela a evitar el dolor y tratar con delicadeza al enfermo, por ejemplo en las maniobras de reducción de las fracturas .
Abulcasis fue el médico medieval más completo. Las principales contribuciones de Abulcasis a la cirugía comprenden la incorporación de novedosas técnicas quirúrgicas, la creación de novedosos instrumentos quirúrgicos, la descripción de nuevas entidades nosológicas y, especialmente, la integración definitiva de la cirugía en el cuerpo doctrinal de la medicina, de la que ya no se separaría más.