Un nuevo estudio pide más visibilidad para estos bosques, que cubren el 9,3% de la superficie terrestre global, y desempeñan un papel vital en la conservación de la biodiversidad, la regulación del clima y el sustento de sociedades y economías.
Los bosques boreales representan el 27% de todos los bosques del mundo, convirtiéndolos en el “segundo pulmón” terrestre del planeta después de los bosques tropicales.
Rodean el Polo Norte y se extienden por América del Norte, Europa y Asia, desempeñando un papel vital en el secuestro y almacenamiento de carbono, la biodiversidad y el sustento de sociedades y economías.
Esto implica que todos los bosques boreales del mundo quedan dentro de las fronteras de la actual Rusia, Canadá, Alaska (EE.UU.) y los países escandinavos (Finlandia, Noruega y Suecia).
Los bosques boreales constituyen un cinturón circumpolar homogéneo de materia vegetal, donde la temperatura es el factor ambiental que más contribuye a determinar los límites geográficos.
El límite septentrional corresponde a la isoterma de 13°C en julio, y el meridional coincide con la isoterma de 18°C en el mismo mes.
A pesar de su importancia, no reciben la misma visibilidad y atención que sus homólogos tropicales entre los políticos y la sociedad.
Bosques boreales:
Están conformados por la Picea, un género de la familia Pinaceae, con unas 35 especies, dentro de las coníferas.
Son árboles que miden entre 20 y 60 metros con porte piramidal, hojas aisladas, planas o tetragonales puntiagudas y estróbilos (cono o piña) colgantes que se disgregan cuando maduran.
Entre sus representantes más conocidos están el abeto rojo (o falso abeto), la Picea glauca, los pinos.
La mayoría de las especies del género son árboles longevos y de crecimiento lento.
Impactos de la acción del hombre
Además de las alteraciones naturales, el comportamiento del hombre afecta la sucesión y la composición de las masas arbóreas.
Antes del período preindustrial, la mayor parte de la zona boreal estaba lejos del permanente dominio del hombre.
La hostilidad del clima y la falta de fertilidad impedían el desarrollo de la agricultura con las rudimentarias herramientas y técnicas que existían.
El crecimiento demográfico se localizaba en zonas templadas o en aquellas partes de los trópicos en que la tierra era fértil y en que la posible falta de agua se podía suplir con agua de riego.
Cuando la población de Europa sobrepasó la capacidad de producción de las técnicas agrícolas entonces conocidas, el hombre se lanzó a colonizar la zona boreal.
Al principio, los colonos vivían de la caza, de la pesca, de las limitadas cosechas de la agricultura migratoria, y de los animales que apacentaban en los pastizales boscosos.
No cambiaban mucho el ambiente, aunque los pastores nómadas quemaban bosques deliberadamente para mejorar los pastizales destinados al ganado.
Hacia el siglo XIX los bosques vírgenes, más fácilmente accesibles habían sido considerablemente alterados por la agricultura migratoria, el pastoreo, la extracción de brea, la fabricación de carbón vegetal, la construcción de casas de madera y el uso de ésta como leña o para otros usos domésticos, así como en la construcción de barcos.
Agricultura migratoria y pastoreo
En la época de la agricultura migratoria y el pastoreo, la intervención del hombre perturbó las sucesiones naturales y dio lugar a una falsa estabilidad que favorecía a las especies colonizadoras e intermedias.
La agricultura migratoria y el pastoreo disminuyeron rápidamente y hacia fines del siglo XIX y principios del XX la picea se estaba estableciendo de nuevo en sus antiguos lugares. Pero en ese momento, entraron en escena la producción industrial y la consiguiente demanda creciente de materia prima, incluyendo la madera proveniente de los bosques de coníferas.
Se consideró que las masas arboladas vírgenes equivalían a inmensas minas que podían ser explotadas provechosamente, primero a mano, después con máquinas.
La producción de madera pasó a ser la más grave perturbación de los ecosistemas boreales.
Actualización
Un nuevo estudio publicado por la Comisión Económica de las Naciones Unidas para Europa (CEPE), fue presentado en Mayo en el Foro de las Naciones Unidas sobre los Bosques en Nueva York, poniendo de relieve la urgente necesidad de aumentar la comprensión de este “tesoro mundial” y protegerlo.
El exhaustivo estudio y una serie de resúmenes nacionales que lo acompañan (para Canadá, Finlandia, Noruega, Federación Rusa, Suecia y Estados Unidos) concluyen que, a pesar de la importancia del bioma boreal, existen importantes lagunas en el conocimiento de sus bosques, su papel en el desarrollo sostenible y su futuro.
Esto puede atribuirse a una investigación fragmentada, basada en condiciones nacionales específicas de cada lugar, y a la falta de una definición en un marco armonizado y consensuado en toda la región boreal.
Falta una definición común
El estudio subraya la necesidad de prestar más atención a los bosques boreales en los debates mundiales sobre desarrollo sostenible, conservación de la biodiversidad, indicadores de sostenibilidad y adaptación al cambio climático y mitigación de sus efectos.
Para empezar, una definición comúnmente acordada ayudaría a delimitar el área que ocupan como condición previa para un seguimiento coherente del bioma.
Esto podría lograrse mediante el desarrollo de un conjunto de criterios e indicadores específicos para el seguimiento de los efectos a largo plazo de las actividades de gestión forestal, las perturbaciones del paisaje, así como el cambio climático, incluidos los incendios y las plagas de insectos.
Dichos instrumentos de evaluación generarían pruebas sobre el estado del bioma permitiendo mejorar la formulación de políticas para su gestión sostenible.
Vitales para la biodiversidad y la regulación del clima
Según datos del Comité de Bosques e Industria Forestal de la CEPE, los bosques boreales cubren aproximadamente 1210 millones de hectáreas (9,3% de la superficie terrestre mundial).
Se caracterizan por tener veranos cortos, húmedos y moderadamente cálidos, e inviernos largos, fríos y secos. Su flora se compone principalmente de coníferas perennes tolerantes al frío, como la pícea, el alerce, el pino y el abeto, con algunas especies de hoja ancha como el abedul, el álamo y el aliso.
Los bosques boreales contienen aproximadamente el 48% de los bosques primarios mundiales y son vitales para la conservación de la biodiversidad y la regulación del clima. Desempeñan un papel importante en el secuestro y almacenamiento global de carbono (contienen alrededor del 32% de las reservas mundiales de carbono terrestre) y, por tanto, son clave para mitigar el cambio climático.
Además de proteger los recursos de agua dulce, desempeñan un papel sustancial en la contribución al desarrollo económico sostenible de los países de la zona boreal y proporcionan un suministro sostenible de madera y energía a los mercados mundiales.
A pesar de su importancia, se enfrentan a crecientes amenazas derivadas del cambio climático, como los incendios forestales, los brotes de plagas y el deshielo del permafrost.
Las regiones boreales se encuentran entre las menos densamente pobladas del planeta.