En el inusual caluroso verano del 2016, una bacteria que causa el ántrax mató a más de 2.500 renos en la remota península de Yamal (Siberia), según lo constató un estudio científico.
Normalmente encerrado en lo profundo de una capa de tierra permanentemente congelada, o permafrost, el patógeno, que alguna vez estuvo inactivo finalmente se reactivó propagándose a los humanos, cobrando a su paso la vida de un niño de 12 años y enfermaran docenas de otros.
Ántrax
El ántrax es principalmente una enfermedad zoonótica en herbívoros causada por la bacteria Bacillus anthracis.
Los humanos generalmente contraen la enfermedad directa o indirectamente de animales infectados o por exposición ocupacional a productos animales infectados o contaminados.
La bacteria del ántrax puede sobrevivir en el medio ambiente durante décadas formando esporas.
En su forma natural más común, el ántrax cutáneo (más del 95 % de los casos), produce llagas oscuras en la piel.
El ántrax gastrointestinal se contrae al consumir carne de un animal infectado. Causa síntomas iniciales similares a los de una intoxicación alimentaria, pudiendo agravarse y causar dolor abdominal intenso, vómitos con sangre y diarrea intensa.
La forma más grave y rara de ántrax humano se denomina ántrax por inhalación o pulmonar. Esta forma de la enfermedad se produce cuando una persona se expone directamente a una gran cantidad de esporas de ántrax suspendidas en el aire y las inhala.
El ántrax no suele propagarse de un animal a otro ni de una persona a otra.
Cuando las esporas de ántrax se ingieren, inhalan o entran en el cuerpo a través de abrasiones o cortes en la piel, pueden germinar, multiplicarse y producir toxinas.
Nuevas epidemias
Algunos investigadores creen que este brote es una señal de lo que está por venir.
A medida que el cambio climático calienta rápidamente el Ártico, los científicos dicen que podría desatar una ola de microbios potencialmente mortales que durante siglos han estado atrapados en el hielo.
Esa amenaza se describe en detalle en Navigating New Horizons, un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y el Consejo Internacional de Ciencias que explora los desafíos emergentes para la salud planetaria y el bienestar humano.
“El hecho de que estos microbios estén presentes en el permafrost significa que es difícil decir cuán extendido o peligroso podría ser este problema, pero ay razones para preocuparse» , afirma Andrea Hinwood, científica jefe del PNUMA.
El Ártico
El Ártico, que se extiende por 14 millones de kilómetros cuadrados en ocho países, está cubierto por una capa de permafrost espeso, una mezcla congelada de suelo, rocas, hielo y material orgánico.
Sin embargo, el Ártico se está calentando cuatro veces más rápido que el resto del mundo, y el deshielo del permafrost podría liberar bacterias y virus antiguos, dicen los expertos. Según un estudio publicado en la revista Environmental Sustainability, se estima que cuatro sextillones de microbios (es decir, cuatro con 21 ceros) se liberan anualmente debido al deshielo del permafrost.
Algunos investigadores están especialmente preocupados por el deshielo de animales árticos muertos, hace mucho tiempo, cuyos cuerpos pueden albergar microbios inactivos.
El brote siberiano se remonta a un cementerio de renos.
Muchos de esos animales murieron hace más de 70 años a causa del ántrax.
La Dra. Andrea Hinwood asegura que lo que está ocurriendo en el Ártico ha tenido lugar durante siglos en climas más cálidos, con patógenos que se propagan entre las personas y los animales, a menudo con resultados mortales.
“Este no es un fenómeno nuevo, pero está sucediendo en un lugar nuevo”.
La investigadora Hinwood refiere que a medida que el calentamiento abre el Ártico al transporte marítimo, la minería y otras industrias, se expondría a más personas a zonas cercanas del permafrost descongelado y los microbios que allí habitan.
“Podríamos estar presenciando un cambio completo del uso de la tierra en el Ártico y eso podría ser peligroso”.
Carbono del permafrost
La propagación de enfermedades no es el único problema con el deshielo del Ártico.
Se estima que el permafrost del mundo contiene 1.500 gigatoneladas de carbono, aproximadamente el doble que la atmósfera.
A medida que el permafrost se descongela, su carbono se descompone y se libera a la atmósfera en forma de dióxido de carbono o metano. Esos gases de efecto invernadero calientan aún más el planeta, derritiendo más permafrost en un ciclo potencialmente catastrófico.
Conclusiones
Para evitar el cambio climático desbocado y el brote de enfermedades, la científica Andrea Hinwood dice que el mundo debe controlar los gases que producen el efecto invernadero y que impulsan el cambio climático.
Los países también deben continuar monitoreando el retroceso del permafrost e invertir en el mapeo de los distintos tipos de microbios que residen allí.
«En este momento, estamos en un escenario de ‘tal vez y bajo ciertas condiciones’.
Hay mucha incertidumbre y lo mejor que podemos hacer es usar las herramientas y la ciencia que tenemos para informarnos», concluyó.