Rechazó los puntos de vista de sus contemporáneos que consideraban que la enfermedad era producida por supersticiones, como la posesión por espíritus diabólicos o la caída del favor de los dioses, y sostuvo que la enfermedad tenía una explicación física y racional.
Hipócrates nació en la Isla de Cos, actual Grecia, 460 a.C. (en la época de la Octogésima Olimpiada), murió en Larisa (Tesalia) en el año 377 a.C.
Según la tradición, Hipócrates descendía de una estirpe de médicos-sacerdotes, Asclepios y se decía que estaba directamente emparentado con Esculapio, el dios griego de la medicina. Hijo de Fenáretes y Heráclides médico de Cos.
Contemporáneo de Sócrates y Platón, éste último lo cita en diversas ocasiones en sus obras.
Hipócrates se sirvió de sus sentidos y su razón como los únicos instrumentos diagnósticos, desarrollando un sistema racional basado en la observación y la experiencia; inició la práctica clínica junto al lecho (clínica) del enfermo y repitió una y otra vez las observaciones hasta conocer los signos distintivos de cada síndrome.
El diagnóstico hipocrático tuvo tres recursos principales: la exploración sensorial, la comunicación verbal y el razonamiento; la aísthésis, el lógos y el logismós
Para el médico, el único criterio de certeza realmente válido es la «sensación del cuerpo», la metódica aplicación de los sentidos al organismo del enfermo.
Las indicaciones al respecto son, en el Corpus Hippocraticum, tan frecuentes como taxativas.
A veces se refieren a la totalidad de los sentidos: investíguese «por el ver, el tocar y el oír; lo que se percibe con la vista, el tacto, el oído, la nariz, la lengua y el entendimiento; lo que puede conocerse con todo aquello por lo que se conoce», dice Sobre la oficina del médico (ni, 272);
Explórese al enfermo «con los ojos, los oídos, la nariz, la mano y los demás [órganos] con los que conocemos…, palpando, oliendo, gustando», repite Epidemias IV (y, 184).
La visión permitía al médico hipocrático recoger datos pertinentes de:
- la figura y la posición del cuerpo en su totalidad o de alguno de sus miembros;
- el aspecto de la piel (exantemas, pilosidad, color, horripilación, lisura o desigualdad, vascularización, etc.);
- los más diversos movimientos (intranquilidad, temblor, escalofrío, movimiento de las manos, espasmos y convulsiones, disnea, palpitación precordial, hipo);
- el estado de los ojos, de la mucosa nasal, del recto y de la vagina (espéculos anal y vaginal);
- las secreciones y excreciones (heces, vómitos, orina, sudor, expectoración, lágrimas, cerumen), al curso de las úlceras y heridas, etc.
La audición exploraba la voz y el silencio del enfermo, la respiración, la tos, la crepitación de los huesos fracturados, los borborigmos, las ventosidades.
Con muy fina intuición de la peculiar función cognitiva de las sensaciones acústicas, dirá el autor de ¨Sobre el arte que la medicina¨, ante la imposibilidad de ver con los ojos lo que está oculto en el cuerpo, sabe recurrir a lo que procede del interior (excreciones) o a lo que se oye (vi, 22-24).
El empleo de la «sucusión hipocrática» (paráseisma) para el diagnóstico de la existencia y la localización del derrame pleural aparece en muy distintos escritos del C. H.21 , y es todavía consignado en los manuales de semiología.
Con el paciente sentado, se imprime al abdomen movimientos de lateralidad y al mismo tiempo se ausculta el tórax, ante la existencia de hidroneumotórax se oye un ¨ruido en oleada¨.
En diversos pasajes se menciona la auscultación inmediata del tórax.En ¨Sobre las enfermedades II¨ son claramente descritos el «ruido de cuero» por frote pleural (vn, 92) y los estertores húmedos: «Si poniendo la oreja sobre el tórax escuchas durante algún tiempo, oirás que dentro hierve (literalmente: vive) como el vinagre»
El tacto y la palpación daban a conocer la temperatura, el estado del pulso, la posición de los huesos, la consistencia del vientre, el carácter pulsátil de las tumoraciones, el volumen y la dureza del bazo, etc.
La exploración manual del hipocondrio (11, 124 ss.) era muy atenta, y la práctica del tacto vaginal de sobremanera delicada.
El pulso (sphygmós) su exploración no fue desconocida ni desatendida por los hipocráticos. «Tocando con las manos el vientre y las venas se está menos expuesto a equivocarse que no tocándolas», dice significativamente el autor de Predicciones II (ix, 12).
Las referencias a la exploración olfativa (olor de la piel, de la boca, de los oídos y la nariz, de las heces y los vómitos, de los eructos, los esputos y la orina, de las heridas y las úlceras, del sudor) son frecuentes en los escritos del C. H.
La exploración gustativa del sudor, la piel, las lágrimas, el moco nasal (v, 480) e incluso del cerumen (v, 318).
Tan estupenda avidez exploratoria dio lugar a que los asclepíadas hipocráticos fuesen alguna vez llamados por los autores cómicos, con fácil ironía, koprophágoi, «comedores de excrementos»
«El sujeto… deberá ser visto cada día, en el mismo lugar, a la misma hora, y preferentemente cuando el sol acaba de salir…; porque es sobre todo a esta hora cuando… el explorador tiene la inteligencia y los ojos más penetrantes»