El estrés es la raíz común de numerosas enfermedades tanto físicas como psicológicas.
Somos una unidad psicosomática: cuerpo y mente relacionados, que interactúan constantemente. Somos responsables y de nosotros depende, en buena medida, mantener el estrés dentro de los límites aceptables.
El estrés es un componente normal de nuestra vida, pero dentro de ciertos límites, de lo contario se convierte en distrés o estrés malo.
Mucho antes de que una enfermedad se declare, se manifiestan innumerables alteraciones que atentan contra nuestro bienestar y calidad de vida.
La disminución de nuestra capacidad de concentración, memoria, creatividad, energía, cansancio y la depresión, entre otros, son los estadíos iníciales, que en caso de progresar terminan con cuadros más importantes que nutren los consultorios médicos.
El periodo inicial de estrés raramente es diagnosticado.
El estrés es una función normal del organismo, no hay vida sin estrés. Fue descrito por el científico Húngaro Hans Salye, a quien le debemos la palabra “estrés” para designar este síndrome.
El estrés bueno, también llamado eustrés o estrés beneficioso, es aquel que nos ayuda mantenernos alerta y en condiciones de enfrentar desafíos, y cuyo nivel de acción no genera trastornos al organismo.
El estrés malo o distrés,es aquel donde la intensidad y la perdurabilidad de la activación originan un sin número de alteraciones físicas y psicológicas.
Por lo tanto, el estrés es una cuestión de tiempo e intensidad.
“Se entiende por estrés aquella situación en la cual las demandas externas (sociales) o las demandas internas (psicológicas) superan nuestra capacidad de respuesta.
Se provoca así una alarma orgánica que actúa sobre los sistemas nervioso, cardiovascular, endocrino e inmunológico, produciendo un desequilibrio psicofísico y la consiguiente aparición de la enfermedad´.
Una alarma orgánica es la activación desproporcionada de todos los órganos y sistemas involucrados en el estrés, especialmente los sistemas nervioso, cardiovascular, endocrino u hormonal e inmunológico.
La reacción aguda del estrés es provocada por la adrenalina y se denomina reacción de alarma.
La reacción de alarma crónica es desencadenada por los corticoides, se llama “de vigilancia” y es la responsable de muchas de las consecuencias psicofísicas del estrés.
El estrés crónico produce, con el tiempo, alteraciones emocionales, modificando la forma de responder ante el entorno y, en definitiva, también desencadena todo el conjunto de síntomas y enfermedades atribuibles al estrés.
Es un desequilibrio entre las demandas a las cuales estamos sometidos y nuestra capacidad de respuesta. Es una falla de adaptación y pérdida de equilibrio.
Se manifiesta por trastornos emocionales o por otros trastornos psicobiológicos , como: hipertensión arterial, insuficiencia cardíaca, diabetes, obesidad, depresión o ansiedad ,problemas de la piel, como acné o eczema, trastornos digestivos, tensión muscular, insomnio , alteraciones hormonales , sexuales e inmunológicos.
Comparemos nuestro cuerpo y nuestra mente a una orquesta , donde el director, es quien conduce todos los instrumentos.
El estrés nace en lo más profundo de nuestra mente, nuestro propio yo interior, y ese es el director de nuestra orquesta. Si el director de la orquesta falla o se altera, no habrá instrumento que escape a esa falla o desorden.Frente al estrés no habrá área de nuestra mente, ni órgano de nuestro cuerpo que escape al problema, durante el estrés somos una orquesta desafinada.
Todas nuestras funciones orgánicas actúan adecuadamente cuando se encuentran balanceadas, nuestros pensamientos son racionales cuando interactúan equilibradamente y nuestras emociones son placenteras y manejables también dentro de un equilibrio.
Si tuviéramos que definir estrés con una sola palabra, ésta sería, desequilibrio, y el instrumento para medirlo, “la balanza”.
Cuando las demandas psicológicas y/o sociales exceden nuestra capacidad de respuesta, la balanza se inclina para el distrés o estrés malo.
En cambio si nuestras posibilidades de respuesta están a la altura de las circunstancias, la balanza se mantendrá en equilibrio, evitando que caigamos en el estrés. Si nuestra capacidad de responder es aún mayor, inclinaremos la balanza todavía más hacia el lado del eustrés o estrés bueno, aumentando nuestro bienestar y eficiencia.
El sistema nervioso central (SNC) desempeña un papel decisivo en la respuesta luchar o huir que se genera ante un hecho estresante, y el hipotálamo (el eje hipotalámico-pituitario-adrenal) –que conecta el cerebro y el sistema endocrino– indica a las glándulas adrenales que produzcan las hormonas adrenalina (epinefrina)
Existe una interconexión entre todos los sistemas de nuestro organismo, una vía de comunicación que los relaciona a todos, en distintas circunstancias y por distintos medios. Desde el punto de vista didáctico, llamamos a ese sistema tan complejo “sistema del estrés”.
Como director de orquesta, dirige la totalidad de los órganos y sistemas, buscando que ninguno desafine, esforzándose para que todos ejecuten sus funciones armónicamente. Nosotros mismos, nuestro yo interior, nuestro verdadero ser está representado por ese director de orquesta escondido en la oscuridad de nuestra mente, que físicamente habita en la profundidad de nuestro cerebro.
Ese director somos nosotros mismos, con nuestro caudal de historia, cultura, razonamiento, miedos, deseos, ambiciones, amor, pasión, inseguridades, certezas, proyectos y todo cuanto nos caracteriza. Según él elija la partitura, así sonará la orquesta.
Es importante comprender y entender cómo funcionamos para efectuar las modificaciones de nuestros hábitos y conductas con el objetivo de vivir mejor; en definitiva, conservar nuestra salud física y mental.
La ley del equilibrio racional–emocional hace referencia a la importancia de evaluar equilibradamente los hechos en estas dos dimensiones, a los efectos de manejar adecuadamente el estrés.
Desde el punto de vista práctico, la unión cuerpo – mente se produce en el hipotálamo que, como una bisagra, interactúa entre ambos.
Si se produce la cascada del estrés, nuestra mente en definitiva actúa sobre nuestro cuerpo por medio del sistema nervioso autónomo (el simpático y el parasimpático) y del sistema de la glándula hipófisis (endócrino u hormonal).