A lo largo de la historia de la humanidad, las epidemias, plagas o pandemias, han diezmado a las civilizaciones, y han sido causantes de grandes cambios políticos y socioeconómicos.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Plaga de Justiniano (541-542) es la cuarta pandemia que más muertes ha causado (30-50 millones), después de la Peste Negra 1347-1351 (200 millones de muertos), la Viruela 1520 (56 millones de víctimas) y la Gripe Española 1918-1919 (40-50 millones de decesos).
El imperio Romano de Oriente (Bizantino) se vio azolado por una plaga que probablemente empezó en Asia, pero que, de acuerdo con los historiadores y escritores de la época, se inició en África en el año 541, pasó a Constantinopla en el año 542, y se extendió posteriormente a toda Europa.
La peste se presentó en oleadas, que ocurrieron en número de 20 durante los dos siglos siguientes.
Tomó su nombre por aparecer durante el reinado del bizantino de Justiniano (527-565), quien a pesar de que se contagió, logró superarla.
Se ha identificado a la bacteria Yersinia Pestis como su agente causal, transmitido por las pulgas a partir de las ratas, y fur relacionado con cambios climáticos documentados para la época.
Contexto histórico
La sociedad Bizantina
Petrus Sabbatius (481-565), nació en Tauresio (Macedonia). De origen humilde, fue llevado a Bizancio por su tío Justino, donde estudió jurisprudencia, historia, y teología, y fue proclamado emperador en el año 527, cargo para el que tomó el nombre de “Justiniano”.
Constantinopla, capital del imperio bizantino fue gobernado por el y su mujer, la emperatriz Teodora, vivía un momento dorado en su política exterior, el cual, reflejado en un comercio floreciente.
Durante su reinado, que duró hasta el año de su muerte, logró la reunificación del imperio romano de occidente, reconquistó vastos territorios, impulsó reformas legales y legislativas, ordenó la construcción de numerosos edificios, y favoreció la consolidación de la religión cristiana.
Para la época, los nuevos valores comenzaban a afirmarse y, aunque persistían elementos de la cultura pagana como la oniromancia y la creencia en supersticiones, éstos fueron remplazados gradualmente.
Agente causal
El descubrimiento del agente causal de la peste bubónica, fue realizado de forma simultánea por el médico y bacteriólogo japonés Kitasato Shibasaburo, y por el también médico y bacteriólogo franco-suizo Alexander Yersin, al investigar la epidemia de peste de Hong Kong en 1894.
En honor a este último investigador, desde 1970 se empezó a denominar la bacteria como Yersinia pestis.
La peste es una enfermedad zoonótica causada por Yersinia pestis, una bacteria cocobacilo gramnegativa, no móvil y no formadora de esporas.
El género Yersinia es un miembro de la familia Enterobacteriaceae, que incluye 11 especies, de las cuales: Y. pestis, Y. pseudotuberculosis y Y. enterocolitica son patógenos humanos.
Las pulgas, particularmente Xenopsylla spp, son el principal vector, pero durante los períodos epizoóticos también se pueden transmitir por otras especies de pulgas, piojos y artrópodos hematófagos como las garrapatas.
Los mamíferos y roedores que sobreviven a la infección inicial, se convierten en los reservorios naturales de la enfermedad.
La Y. pestis puede sobrevivir y multiplicarse en los macrófagos de los bubones, los cuales pueden drenarse de forma espontánea como una adenitis supurativa.
Tras la invasión de los ganglios linfáticos, el bacilo puede causar bacteriemia y síntomas sistémicos como: hipotensión, fiebre alta y un rápido deterioro clínico, lo que no ocurre en las adenitis de otra etiología.
Adjetivaciones
Diversos autores han descrito esta enfermedad con una gran variedad de adjetivos haciendo referencia a su peligrosidad o a sus efectos.
Por ejemplo, San Isidoro de Sevilla empleó el término “inguina”, que significa “golpe recibido en la ingle”, ya que la enfermedad se solía manifestar con bultos o tumores en la zona de la ingle, entre otras zonas.
Otros términos utilizados eran “calamitates et miseriae” (desgracia y miseria), “inmisericorditer” (despiadadamente), “pestis assidua” (peste frecuente, continua).
Mecanismo de transmisión
Al picar a un paciente infectado, las pulgas o piojos pueden infectarse y transmitir la bacteria a otras personas.
Además de la picadura de pulga, se han documentado rutas de transmisión de la enfermedad a partir de inhalación de aerosoles de animales como gatos o perros infectados, así como de la manipulación o inhalación de aerosoles de cadáveres de personas o animales contaminados, o de muestras en laboratorios de investigación.
Documentación histórica
La plaga
Hay dos autores, a quienes se les consideran los mejores referentes del tema: en primer lugar, Juan de Éfeso (507-558), quien en su principal obra llamada “Historia eclesiástica”, describe muchas de las características de la plaga.
En segundo lugar, Procopio de Cesarea (500-560), asesor de Belisario, el principal general de Justiniano, quien escribió tres libros, y en “Sobre las Guerras”, libro dedicado al registro de las conquistas militares de Justiniano, describe de forma muy explícita la plaga que vivió en persona, en Constantinopla.
Procopio cuenta que la enfermedad atacó a Bizancio durante 4 meses, y fueron los últimos tres los más virulentos, pues llegaron a causar la muerte de cinco mil, diez mil o incluso más personas, por día .
Las imponentes murallas de Constantinopla no pudieron proteger a la ciudad de un enemigo desconocido, que las convirtió en improvisadas sepulturas de los cadáveres que se amontonaban en sus calles.
Tras sus puertas, una bulliciosa urbe con un comercio más que floreciente albergaba a casi medio millón de habitantes en el siglo VI d. C.
Sus mercancías, un amplio catálogo de puro exotismo y riqueza, incluían: orfebrería, esmaltes, marfiles y sedas, tintes, resina de lentisco, tejidos de lino y algodón, vinos y frutos secos; pero también oro, especias, perfumes, piedras preciosas, maderas finas y sederías orientales, pieles, madera, pescados y miel.
De acuerdo con el relato de Juan de Éfeso, “las personas morían en las calles, en las iglesias, en los porches y en las esquinas. Uno de los principales inconvenientes fue el manejo de los cadáveres, que se llegaron a contar entre 5.000 y 7.000 por día.
La peste dejó, asoladas y sin habitantes, diversas partes del Imperio, atacó por igual a ricos y pobres, y dejó villas, pueblos y ciudades sin habitantes”.
En algunas publicaciones, se han descrito las diferentes oleadas atribuidas a la peste desde el episodio inicial en el año 541, hasta el último episodio, atestiguado en Nápoles en el año 767.
En este lapso de 226 años, se han identificado más de 20 brotes epidémicos en países de la costa mediterránea, Europa, norte de África y Medio Oriente.
Dado el espacio asignado continuamos desarrollando esta presentación en forma independiente.