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26/05/2024

Epidemia de Fiebre Amarilla III

Por Prof. Mahmud Rosa Emine

. Lectura de 6 minutos

Desde el punto de vista sanitario, comenzaría a plantearse el saneamiento urbano como problema social.

Como expresamos en artículos previos, los primeros casos aparecieron en Enero de 1871.

No era sencillo diagnosticar la enfermedad sin los medios actuales. Se sabía que la afección era grave e independiente del estado de salud previo del enfermo. Incluso las crónicas de Navarro dejan entrever que los primeros casos probables de fiebre amarilla no eran atribuidos unívocamente a esta entidad, sino que se agrupaban en otros tipos de fiebre.

En cualquier caso, no cabe duda de que el calor y las lluvias del verano estimularon la proliferación del mosquito Aedes aegypti, seguramente reforzado por las pobres condiciones sanitarias en las que se encontraba la ciudad.

Los casos continuaron progresivamente en aumento, y la epidemia adquirió características catastróficas por su letalidad: colapsaron el sistema sanitario y los cementerios; se paralizó la actividad pública.

Se decretó la cuarentena en la ciudad de Buenos Aires; se prohibió el tránsito de mercaderías y personas entre provincias; el Consejo de Higiene canceló carnavales, cuando ya estaban finalizando, y  los bailes públicos; las calles quedaron desiertas.

Al igual que en la epidemia de fiebre amarilla en Filadelfia, los que disponían de recursos económicos para movilizarse se alejaron apresuradamente de la ciudad.

El presidente Domingo Sarmiento y su vicepresidente Adolfo Alsina abandonaron la ciudad en un tren especial, acompañados por otros 70 individuos, refugiándose en Mercedes, gesto que fue muy criticado por los periódicos.

El diario La Prensa, fundado en 1869 y opositor a Sarmiento, publicaba el 21 de marzo: “Hay ciertos rasgos de cobardía que dan la medida de lo que es un magistrado y de lo que podrá dar de sí en adelante, en el alto ejercicio que le confiaron los pueblos”.

También la Corte Suprema en pleno, los cinco ministros del Poder Ejecutivo Nacional y la mayor parte de los diputados y senadores abandonaron la ciudad.

Los profesionales de la salud y los sepultureros que quedaron para asistir se vieron sobrecargados de tareas.

La epidemia no se detenía, y la mortalidad continuó en ascenso hasta abril de 1871.

No mostraba un patrón reconocible; existía la suposición de que podía estar siguiendo el curso de los desagües, pero había residencias inexplicablemente libres de enfermedad y otras, lujosas y alejadas de los conventillos, que sí habían sido afectadas.

Las instituciones se vieron completamente paralizadas: la Legislatura y el Tribunal Superior de Justicia dejaron de funcionar por falta de quorum.

La sociedad en líneas generales entró en pánico.

El 9 de abril de 1871 fallecieron 501 personas. El 10 de abril fue el día de mayor cantidad de muertes: 563 defunciones, debiendo considerar que el promedio diario normal de muertes antes de la tragedia era de veinte individuos.

El cronista de la época  Navarro Mardoqueo lo remarca como el “día jefe entre los fecundos en desgracias de la época funesta”.

Se decretó feriado por 20 días, lo que terminaría de paralizar la actividad social y comercial de la ciudad. Dice Mardoqueo: “Terror. Feria. Fuga.”

Los cadáveres envueltos en sábanas eran dejados en las esquinas y transportados por los carros de basura. La tensión social continuaba en aumento, y comenzaron los asaltos, asesinatos y saqueos. Faltaban médicos y sacerdotes.

Con una campaña periodística convocada por Evaristo Federico Carriego se hizo una manifestación de 8000 habitantes en la Plaza de la Victoria (actual Plaza de Mayo, su resultado fue la  designación de  una “Comisión Popular de Salud Pública”.

Su objetivo era tomar las medidas necesarias, cualesquiera que fueran, para terminar con el flagelo.

Los habitantes —muchos inmigrantes a quienes se culpaba de la enfermedad— fueron sacados de los conventillos con ayuda de las fuerzas policiales, y se quemaron sus pertenencias para impedir los contagios.

Los italianos, que eran mayoría entre los extranjeros, fueron injustamente acusados por el resto de la población de haber traído la plaga desde Europa. Unos 5000 de ellos realizaron pedidos al consulado de Italia para retornar a su país, pero había muy pocos cupos; además, muchos de los que lograron embarcar, murieron en altamar.

En cuanto a la población negra, el vivir en condiciones miserables los transformó en uno de los grupos poblacionales con mayor tasa de contagio.

Según crónicas de la época, el ejército cercó las zonas donde residían y no les permitió emigrar hacia el Barrio Norte, donde la población blanca se estableció y escapó de la calamidad. Murieron masivamente y fueron sepultados en fosas comunes.

Estos lugares, además de los cementerios y saladeros, eran considerados como los focos de la enfermedad.

Después del 10 de abril comenzaron a disminuir progresivamente los casos hasta el 22 de junio, cuando solo quedaron algunos aislados.

El Consejo de Higiene Pública declaró terminada la epidemia. El último caso se registró oficialmente el 21 de junio de 1871.

La crónica final de Mardoqueo Navarro señala:

“Junio 22. –La epidemia: Olvidada. El campo de los muertos de ayer es el escenario de los cuervos hoy: Testamentos y concursos, edictos y remates son el asunto.”

Cambios demográficos y sociales

En 1869 se había realizado el primer censo de la población.

La provincia de Buenos Aires contaba con 495.107 habitantes, de los cuales 187.346 vivían en la Capital.

Se estima que había 6276 soldados en Paraguay.

En pocos meses la epidemia de fiebre amarilla provocó grandes cambios demográficos, no solo por los fallecimientos, sino también debido a los movimientos migratorios.

La Asociación Médica Bonaerense informó que al 8 de Junio de 1871, se produjeron 13.614 muertes por la epidemia, lo que corresponde al 7,26% de la población que vivía en la ciudad; de ellas, cerca de 8000 se produjeron en un solo mes: abril.

El número de fallecidos durante la epidemia colapsó las necrópolis existentes en la ciudad de Buenos Aires.

El Cementerio del Sur (en ese momento ubicado entre las actuales calles Caseros, Uspallata, Santa Cruz y Monasterio, en el Parque Ameghino, frente a la ex unidad penitenciaria y actual Hospital Muñiz) se encontraba ya saturado por la epidemia de cólera de 1867.

El Hospital Muñiz aún no estaba construido (las obras comenzaron en 1894), aunque los terrenos ya eran de la Municipalidad desde 1883.

Finalizada la epidemia, se dispondría la clausura del Cementerio del Sur. Por su parte, el Cementerio del Norte (actual Cementerio de la Recoleta) prohibió que se inhumaran allí los cuerpos de quienes habían fallecido en la epidemia de fiebre amarilla.

Ante esta situación se fundó el Cementerio del Oeste (actualmente de Chacarita), el más grande de la ciudad, en los terrenos que correspondían a la chacra del Colegio de la Compañía de Jesús.

Decía Jorge Luis Borges en el Cuaderno San Martín: “Porque la entraña del Cementerio del Sur / fue saciada por la fiebre amarilla hasta decir basta; / porque los conventillos hondos del sur / mandaron muerte sobre la cara de Buenos Aires / y porque Buenos Aires no pudo mirar esa muerte, a paladas te abrieron / en la punta perdida del oeste, detrás de las tormentas de tierra / y del barrial pesado y primitivo que hizo a los cuarteadores”.

También se creó el tranvía fúnebre y su estación en la intersección de la actual avenida Corrientes y Jean Jaures, desde donde se llevaban los ataúdes.

Empezó a gestarse como disciplina el higienismo, que no solo se ocuparía de la fiebre amarilla, sino también de otras enfermedades infectocontagiosas como el cólera.

A partir de la experiencia inglesa, se propuso la creación de figuras sociales para el control y la vigilancia de los hábitos higiénicos: los comisionados de manzana (un vecino responsable) y el inspector médico.

También cambió la percepción acerca de los inmigrantes: por un lado, se consideraba que la inmigración favorecía el comercio; por el otro, se sospechaba que era culpable de haber traído la epidemia.

Atentos al espacio asignado continuaremos con el tema en otra publicación.

Fuentes:

Rev.Argentina Salud Pública- Lazzarino C. Epidemia de fiebre amarilla en la ciudad de Buenos Aires en 1871. Rev Argent Salud Publica. 2021;13:e50. Publicación electrónica 30 de Jun 2021 Todo Argentina- https://www.todo-argentina.net/historia-argentina/organizacion_nacional/sarmiento/fiebre-amarilla.php?idpagina=967

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