Las tendencias demográficas actuales determinarán las futuras características de la población.
El carbono expulsado hoy a la atmósfera definirá el clima del mañana.
Las tecnologías que hoy desarrollamos y controlamos no solo influirán en la forma de aprender, trabajar y comunicar de las futuras generaciones, sino también en el bienestar de la infancia durante las próximas décadas.
Conforme el primer cuarto del siglo XXI llega a su fin, el informe Estado Mundial de la Infancia 2024- unicef ha decidido mirar hacia adelante y situarse en el año 2050.
La Convención sobre los Derechos del Niño, adoptada hace 35 años, debe guiar las acciones encaminadas a mejorar el mundo para las generaciones futuras.
Es esencial que reafirmemos nuestro compromiso con la Convención sobre los Derechos del Niño para trazar el camino hacia 2050 y más allá.
Tres megatendencias marcarán el futuro de la infancia.
1. La transición demográfica
Según las previsiones, cuando lleguemos a la década de 2050, la población infantil mundial se habrá estabilizado en unos 2.300 millones, unos niveles similares a los actuales.
Sin embargo, esta cifra mundial oculta cambios regionales: Asia Meridional seguirá siendo una de las regiones con mayor población infantil, pero a ella se unirán África Oriental y Meridional, y África Occidental y Central.
Esas regiones ya tienen dificultades para satisfacer las necesidades básicas de la infancia, además de hacer frente a importantes riesgos climáticos y carecer de infraestructuras digitales adecuadas.
La proporción de población infantil se reducirá en todas las regiones, pero algunas seguirán presentando un elevado porcentaje de niños y niñas, mientras que otras contarán con muchos más adultos.
Por ejemplo, se calcula que la proporción de niños y niñas en África caerá por debajo del 40% (desde alrededor de un 50% en la década de 2000), mientras que se situará por debajo de un 19% en Asia Oriental, Europa Occidental, América del Norte y varios países de ingresos altos, como Australia, la República de Corea y Singapur.
Estos cambios pueden generar oportunidades y retos. Algunas regiones podrán disfrutar de un “dividendo demográfico” a medida que aumenta la población en edad de trabajar: al haber menos jóvenes en situación de dependencia que en activo, se podrán liberar más recursos para dar apoyo a la infancia, además de revitalizar la economía.
Por su parte, los países con mayor proporción de personas de edad avanzada tendrán que cuidar de ellas y mantener, al mismo tiempo, las políticas y los servicios centrados en la infancia.
2. Las crisis climáticas y medioambientales
Nos enfrentamos a una crisis planetaria sin precedentes. Casi la mitad de los niños y niñas del mundo (alrededor de 1.000 millones) viven en países de alto riesgo en materia de peligros climáticos y ambientales.
Entre la inestabilidad climática, la destrucción de la biodiversidad y la contaminación generalizada, las amenazas se están intensificando a escala mundial. La infancia está expuesta a un medio ambiente más impredecible y peligroso que ninguna generación anterior.
Los organismos que se encuentran en pleno desarrollo son especialmente vulnerables ante estos peligros.
Los cerebros, pulmones y sistemas inmunitarios de los niños y niñas pueden sufrir los efectos de la contaminación y las condiciones meteorológicas extremas incluso antes de nacer.
- La contaminación del aire es extremadamente perjudicial para la infancia y conlleva consecuencias para su salud respiratoria y su desarrollo que pueden durar toda la vida.
- El aumento de las temperaturas multiplica las poblaciones de mosquitos, lo que provoca la propagación de enfermedades como el paludismo, el dengue y el zika.
- Las inundaciones contaminan los suministros de agua, lo que puede provocar enfermedades transmitidas por el agua, una de las principales causas de muerte entre los menores de cinco años.
- Los fenómenos meteorológicos extremos limitan el acceso a los alimentos y su producción, lo que aumenta el riesgo de que los niños y niñas padezcan inseguridad alimentaria.
- Los desastres relacionados con el clima también pueden provocar sentimientos de impotencia, traumas y ansiedad en la infancia.
- Las perturbaciones climáticas pueden dañar o destruir las escuelas o provocar que cierren. Desde 2022, las escuelas de 400 millones de estudiantes de todo el mundo han cerrado en algún momento debido a fenómenos meteorológicos extremos.
Además de vulnerar los derechos de la infancia, impedir el aprendizaje supone un freno para el crecimiento económico.
Los peligros climáticos y ambientales también obligan a la infancia a abandonar sus hogares.
Frente a estas crisis, la protección de los derechos de la infancia exige acciones inmediatas para reducir las emisiones, permitir la transición hacia las energías limpias e implementar medidas de adaptación al cambio climático.
Los gobiernos y la comunidad mundial deben dar prioridad al bienestar de los niños y niñas en las acciones y políticas climáticas con vistas a proteger el futuro de la infancia
3. Las tecnologías de vanguardia
En el futuro, la infancia podría mejorar de forma significativa gracias a las tecnologías más avanzadas, como la inteligencia artificial (IA), la neurotecnología, las energías renovables de última generación y los progresos en el campo de las vacunas.
Para aprovechar los beneficios de estas tecnologías y al mismo tiempo mitigar los riesgos, necesitamos un acceso equitativo, una normativa sólida y diseños centrados en la infancia. La digitalización puede empoderar a los niños y niñas.
Además de permitirles crear, aprender y comunicarse con sus amigos, sienta las bases de sus futuras perspectivas económicas. Sin embargo, también los expone a riesgos en línea como la explotación y los abusos sexuales.
No obstante, son muchos los niños y las niñas que no gozan de ninguna de estas oportunidades digitales.
Más del 95% de las personas que viven en países de ingresos altos tienen conexión a internet, en comparación con apenas un 26% en los países de ingresos bajos.
- Las limitaciones de las infraestructuras, los altos costes y las restricciones de acceso siguen impidiendo el progreso.
- La exclusión digital amenaza con acentuar las desigualdades existentes, sobre todo en regiones con un rápido aumento de la población infantil, como las de África.
- La inteligencia artificial y la neurotecnología son algunas de las nuevas tecnologías que pueden posibilitar una educación personalizada, fortalecer la atención sanitaria y ofrecer otras mejoras para las vidas de los niños y niñas.
- Sin embargo, sin el control adecuado, implican riesgos en ámbitos como el de la libertad cognitiva, la privacidad o el sesgo algorítmico, cuestiones que pueden afectar de manera desproporcionada a los grupos marginados y los niños y niñas con discapacidad, así como reforzar la discriminación sistémica.
Los avances en el desarrollo de las vacunas y las tecnologías verdes ofrecen esperanza.
La pandemia de COVID-19 ha dado un nuevo impulso a la inversión y la investigación en tecnologías de inmunización como la del ARN mensajero, que puede acelerar la creación de nuevas vacunas esenciales.
En paralelo, la cuota de mercado de las innovaciones relacionadas con las energías renovables crece con rapidez, lo que contribuye a ampliar el acceso de los niños y niñas a una energía limpia.
Dado el espacio asignado continuaremos desarrollándolo en forma independiente.