Con similar fundamento puede haber surgido la creencia que su alteración o la presencia en ella de espíritus o seres maléficos pudiera ser la causa de enfermedades, justificando así su extracción con fin curativo.
Cualquiera que sea su origen, lo cierto es que las sangrías como liturgia mágico-religiosa aparecen en casi todas las civilizaciones primitivas, como sacrificios voluntarios o como actos médicos.
La sangría, entendida como la pérdida deliberada de sangre a través de la piel o de los tegumentos mucosos visibles, es una acción que como procedimiento terapéutico, acompaña al hombre desde los albores de la Humanidad.
En la antigüedad, época dominada por la magia y el demonismo, todas las civilizaciones aplicaban la sangría.
La llevaron a cabo los médicos del Antiguo Egipto, los de India y China, los Incas y las tribus de América de Norte.
En el Neolítico, la sangría se practicaba con escarificaciones o el uso de sanguijuelas y al igual que las craneotomías, pretendían dar salida a los espíritus maléficos o demonios.
Se practicaba en tiempos del rey babilonio Hammurabi (2.100 años a. C.).
En el Egipto faraónico, los veterinarios, que probablemente eran médicos de humanos, sangraban a las reses por la cola y el hocico en determinadas situaciones, según se expone en el papiro de Kahun. Algunos historiadores aseveran que los enfermos se bañaban en sangre animal o incluso la bebían.
Las sanguijuelas se aplicaban en numerosas zonas del cuerpo, en la creencia de que al chupar la sangre podrían curar muchas enfermedades al “extraer del cuerpo los vapores del demonio”.
En la época de Akenatón (ca. 1350 a. C.), Sinuhé el Egipcio reclamaba los servicios del hombre de mirada hemostática durante las trepanaciones para impedir la hemorragia. Si el enfermo moría por esta causa (shock hemorrágico) al hombre hemostático se le decapitaba.
En India, la sangría es citada en el libro de los Vedas (2000-1000 a. C.) en los que también se indica cómo adiestrar a sus ejecutores.
La forma más suave de practicarla era mediante la aplicación de sanguijuelas, de las que se conocían seis especies no venenosas, también se hacía con ventosas, para lo que se valían de cuernos y calabazas.
En el Ayurveda hindú se encuentran instrucciones sobre cómo prevenir infecciones y anemias después de estos tratamientos.
En China, con una visión cosmológica de la medicina, la sangría como terapéutica ha sido utilizada desde hace miles de años: “aguja llega, enfermedad se quita”.
Para su realización se empleaban diversos instrumentos punzantes, como las agujas de tres filos, agujas filiformes, ventosas y martillos de cinco y siete estrellas.
Según la patología, se puncionaba la piel en diferentes zonas de la superficie corporal y el volumen de sangre extraída variaba dependiendo de la enfermedad, resultado ésta del desequilibrio entre el yin y el yang.
En Grecia , caracterizada por un gran desarrollo cultural y auge de las artes y ciencias, la sangría fue introducida por la escuela de Crotona, uno de cuyos médicos, Diógenes de Abdera (413-327 a. C.), fue maestro de Hipócrates.
Hipócrates, definió su teoría de los cuatro humores, éstos se vieron representados en los astros: la sangre en Júpiter y Venus, la bilis negra en Saturno, la bilis amarilla en Marte y la flema en la Luna.
La eliminación de este último humor se hacía por la sangría, de tal suerte que la fase y la posición de Selene determinaban el momento y el lugar del cuerpo en que se debía sangrar.
Esta última creencia, se extendió inclusive hasta el Renacimiento y explica el enorme éxito alcanzado por los Calendarios de Sangría, que se publicaron muy pronto, después de la invención de la imprenta.
Los astros influían también, según convicciones de entonces, sobre la oportunidad de medicaciones de tan frecuente aplicación como enemas, purgantes y eméticos.
Los médicos de la Escuela Hipocrática no emplearon con frecuencia este procedimiento, pero sí lo hicieron aquellos de la Escuela de Cnido.
El principio fue la búsqueda de evacuación de las impurezas y con los siglos fue ampliándose el campo de sus indicaciones, hasta comprender algunas tan disímiles como el parto, el puerperio, el pre y postoperatorio, los procesos inflamatorios, las enfermedades infecciosas, la apoplejía y como preventivo de todas las enfermedades, en todas las edades, y sin que se le señalaran contraindicaciones.
Recomendaban la extracción de sangre de un lugar cercano al órgano enfermo; los árabes en cambio postulaban la extracción de un lugar lejano y opuesto a la lesión.
Galeno creía en el valor terapéutico de las sangrías para casi todas las afecciones, incluidas las hemorragias y la fatiga. Sostenía que la menstruación hacía que las mujeres fueran menos proclives a gota, epilepsia y artritis, y que en general el sangrado liberaba al organismo de materias pútridas e impurezas.
Los médicos griegos que llegaron a Roma en los siglos I y II d.c. practicaban la flebotomía a quienes se lo solicitaran en sus iatreion (dispensarios), más tarde llamados medicatrina.
La práctica griega, llamada de la derivación, retiraba abundante cantidad de sangre de un punto próximo e ipsolateral que se suponía el órgano enfermo, para aminorar la plétora cuando se la consideraba causa del mal.
Este procedimiento vino a oponerse, siglos más tarde,a la práctica musulmana llamada revulsión, consistente en sangrar gota a gota, en el lado opuesto del cuerpo y a distancia de la zona afectada.
Durante los siglos VIII y IX, la sangría era realizada casi exclusivamente por clérigos y legos que vivían en los monasterios, que además de tonsurar a los monjes (tonsuris) también practicaban sangrías (minutoris). En algunas órdenes religiosas los monjes eran sometidos a sangrías cinco veces al año, excepto si estaban enfermos.
En esta época, la sangría era tan frecuente que, para evitar inconvenientes, en Brujas (Bélgica) existía un “vertedero de sangre” en el que los sangradores debían arrojar la sangre recogida.
En España, en el Monasterio de Guadalupe existía una escuela médica (siglo XIII) donde la flebotomía era la operación más frecuente junto a las extracciones dentarias y cauterización de úlceras rebeldes.
Debido a los conflictos entre los cirujanos de “ropa larga” (académicos) y los de “ropa corta” (barberos), tras los edictos de Rogelio II de Sicilia (1140) y de Federico II (1240) que reglamentan la profesión, los médicos egresados de las Universidades (académicos) no practicaban la sangría.
En el Código de Salud de la Escuela de Salerno (siglo XII) se exponen en verso las bondades del procedimiento:
“La sangría purga veladamente el cuerpo porque excita los nervios, mejora los ojos, la mente, mueve el vientre aporta el sueño, limpia los pensamientos y expulsa la tristeza y el oído, el vigor y la voz aumentan cada día.”
Dada el espacio asignado continuaremos el desarrollo del tema en una segunda presentación..